Noches de bohemia.

Y ahí estás tú, recién llegado, aún con las mejillas encarnadas del frío de una noche incipiente. Por un instante el tiempo se detiene. Nos miramos. Yo dudo. Tú permaneces en silencio. Entonces en un acto de caballerosidad me abres la puerta. Un soplo de aire fresco me recibe en el exterior. Tú me alcanzas, caminando a mi lado. No logro comprender por qué has vuelto a salir y ahora me acompañas. Pero da igual, me gusta. Silencio de nuevo. Tu mirada en el infinito, la mía recorriendo los adoquines del suelo. Me atrevo al fin a susurrar algo, y pronto tú me sigues.
Nos quedamos uno enfrente del otro. Tan cerca... pero a la vez tan lejos.