Aires del norte.

El sonar diacrónico de un viejo saxo retumba en la inmensidad de la noche. No puedo evitar pensar en ti y una lágrima recorre mi mejilla derecha, perdiéndose en las inmediaciones de una boca que olvidó besar. Me sorprendo a mí misma empacando viejas ilusiones y abandonándolas en el fondo del armario. Pero aún quedan sobre el escritorio los restos de aquel amanecer que compartimos. Recuerdo tu cuerpo temblando sobre el mío, tus labios buscándome en las tinieblas, tus manos recorriendo mi cintura. Una nueva gotita acaricia mi rostro. Duele, duele demasiado irme de esta ciudad sin poder volver a ver tu sonrisa, pero duele aún más saber que no te importa.