I feel so untouched.

El matiz brillante de la celosía prometía más allá de ella una bóveda azul, quizá acompañada de algún que otro jirón de niebla. Bostecé, a la vez que abandonaba aquel improvisado refugio de telas, en el que anteriormente había librado tantas batallas. Desde hacía un mes me hostigaba una extraña sensación, lúgubre como ninguna otra, que me hacía partícipe de que sería incapaz de volver a amar. Así que al atardecer huía de aquella oscuridad anticipada arrebujándome en las sábanas. Sin embargo, cuando el sol terminaba por ocultarse tras el horizonte, mi alma se estremecía, el vello de mis brazos se erizaba y terribles presentimientos me perseguían en sueños. Era entonces cuando huía por el ventanal, para dar con aquel lecho de líquenes y pizarra que siempre lograba calmarme.