Me encanta cuando el día de Navidad bajas corriendo al salón y unos ojos aún somnolientos rebuscan en la inmensidad del gran salón, hasta dar con aquella montaña de paquetes precariamente apilados. Me encanta cuando el día de tu cumpleaños todo el mundo te felicita, te sonríe y te regala mil y una sensaciones. Me encanta darme cuenta año tras año de que en la vida real jamás es así. Me encanta bajar el día de Navidad y ver un par de sobres, con varios billetes. Me encanta que la gente más importante se olvide de ti el día de tu cumpleaños, que la gente haga planes sin contar contigo, que te feliciten personas que te ven por la calle y no te saludan, que sonrías cuando en realidad tienes ganas de llorar, que tu madre haga una comida especial que ni siquiera te gusta, que comas en la terraza cuando tú querías en la cocina, que tu familia te desee lo mejor y no vuelvan a hablar contigo hasta el año siguiente; pero me encanta aún más ver que me dan nuevos billetes que añadir a la colección. Me encanta este puto mundo materialista.